La tradición de rezar por los muertos se remonta a los primeros tiempos del cristianismo, en donde ya se honraba su recuerdo y se ofrecían oraciones y sacrificios por ellos. Cuando una persona muere ya no es capaz de hacer nada para ganar el cielo; sin embargo, los vivos sí podemos ofrecer nuestras obras para que el difunto alcance la salvación. Con la oración se puede ayudar a los seres queridos a conseguir el perdón y la purificación de sus pecados para poder participar de la gloria de Dios. A estas oraciones se les llama sufragios. El mejor sufragio es ofrecer la Santa Misa por los difuntos. La Iglesia ha querido instituir un día, el 2 de noviembre, que se dedique especialmente a la oración por aquellas almas que han dejado la tierra y aún no llegan al cielo.
OFRENDA DE FIELES DIFUNTOS
La ofrenda es una tradición mexicana. Los aztecas no enterraban a los muertos sino que los incineraban. La viuda, la hermana o la madre, preparaba tortillas, frijoles y bebidas. Prendían fuego y mientras las llamas ardían, los familiares sentados aguardaban entonando tristes canciones. Cada año, en la primera noche de luna llena en noviembre, los familiares visitaban la urna donde ponían alrededor el tipo de comida que le gustaba en vida para atraerlo, pues ese día tenían permiso los difuntos para visitar a sus parientes que habían quedado en la tierra. Los misioneros españoles al llegar a México aprovecharon esta costumbre, para comenzar la tarea de la evangelización a través de la oración por los difuntos. Se visita el cementerio y junto a la tumba se pone un altar en memoria del difunto, con el objetivo de recordar al difunto con todas sus virtudes y defectos y hacer mejor la oración. El altar se adorna con papel de colores picado con motivos alusivos a la muerte, con el sentido religioso de ver la muerte sin tristeza, pues es sólo el paso a una nueva vida. La Ofrenda de Muertos contiene símbolos que representan los tres “estadios” de la Iglesia: 1) La Iglesia Purgante, 2) La Iglesia Triunfante, 3) La Iglesia Militante.
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