En el jardín donde habitaban Adán y Eva, Satanás, como una serpiente, se le apareció a Eva. Esta serpiente era más astuta que otros animales creados por el Señor Dios. La Biblia dice que Satanás es el Padre de Mentiras, y naturalmente; él trató de engañar a la mujer y mintió acerca de Dios. Cuando la mujer juzgó que los frutos del árbol eran buenos para comerse, que se veían bien y, sobre todo, que también podían darle sabiduría, tomó uno de sus frutos y comió. También le dio a su marido. Inmediatamente, sus ojos fueron abiertos y sus espíritus murieron. Ellos vieron que estaban desnudos, y cosieron hojas de higuera juntas para vestirse. Entonces, cuando oyeron la voz del Señor que se paseaba en el huerto durante la hora fresca del día, Adán y su esposa se escondieron de la presencia de Dios entre los árboles del huerto. Porque ellos confiaron en su propio razonamiento en lugar de las palabras de Dios, murieron espiritualmente y perdieron la comunión con Dios.
Y el Señor le dijo a la mujer: "¿Qué es lo que has hecho?" La mujer respondió: "La serpiente me engañó, y comí de esa fruta." Entonces dijo a la serpiente: "Por haber hecho ésto, maldita serás entre todos los animales; sobre tu vientre andarás, y comerás polvo todos los días de tu vida: Y yo pondré enemistad entre ti y la mujer y su descendiente te aplastará la cabeza." Esta maldición contra Satanás es donde primero se menciona en el libro de Dios que un día Él enviaría un Salvador, nacido de una mujer, para vencer a Satanás. Así pues, el pecado y la muerte entraron al mundo, a través de Adán.
Este método de cubrir la desobediencia de la humanidad con la muerte de un inocente, fue el plan de Dios, aun antes que Él creara al mundo. Él sabía que la humanidad rechazaría Su dirección y fracasaría al tratar de ser dios de sus propias vidas. Dios le llama a este rechazo "pecado."
Pero, por el amor de Dios para toda la humanidad, El planificó enviar a un Salvador que moriría para proveer el perdón por los pecados de toda la gente. En el momento que Adán pecó, toda la humanidad estuvo sentenciada a morir. Pero en el plan de Dios, aún hay esperanza.
María, mujer que hace valer el amor de DIOS
En el Nuevo Testamento (Rm 5:12-21; 1 Cor 15:21-22), San Pablo presenta un contraste entre Adán y Jesucristo: Todos morimos por el pecado de Adán, pero todos recobramos vida en Jesucristo. El paralelo paralelo Adán-Cristo:
ADAN | CRISTO/NUEVO ADAN |
Es el primer hombre creado | Es el Primogénito; el primero en dignidad |
Desobediencia en el árbol del paraíso | Obediencia en el árbol de la cruz |
Los padres de la Iglesia profundizaron en este paralelo en que Jesucristo es el Nuevo Adán y lo aplicaron a la Virgen Santísima, la Nueva Eva que, con su inmaculada cooperación, participa en la redención como corredentora. San Ireneo, Padre de la Iglesia del siglo del siglo II, enseñaba este paralelo. Hay que saber que Ireneo fue discípulo de S. Policarpo, quien a su vez fue discípulo del Apóstol San Juan, por lo que estaba empapado de la doctrina de los apóstoles. Los escritos más antiguos que existen sobre la colaboración María-Jesús son de San Justino, quien también preparó el camino para San Ireneo.
San Ireneo, sobre el paralelo entre Eva y la Virgen María:
EVA | MARIA/NUEVA EVA |
Era aún virgen, aunque tenía esposo. | Era virgen pero casada con José |
Fue seducida para hacer el mal (mentira) | Recibe la buena noticia de la verdad |
Un ángel la seduce (ángel caído, demonio) | Un ángel le trae la Palabra |
EVA: DESOBEDECE | MARIA: OBEDECE |
Causa de muerte para ella y la raza humana | Causa de salvación para ella y la raza humana |
Ató la libertad del hombre | Libera al hombre de la atadura |
Su desobediencia procede de su falta de fe. | Su obediencia procede de su fe |
Al desobedecer, huye de la presencia Dios | Al obedecer, atrae a Dios a su ceno. |
Por una virgen la raza humana fue sentenciada a la muerte. causa mortis | Por una Virgen la raza humana es salvada. causa salutis |
La tipología del paralelismo Eva-María dio lugar a la primera reflexión teológica Mariana. Eva como María son vírgenes y madres. María como Nueva Eva toma el paralelismo entre el Gen 3:1-6 (tentación) y Lucas 1:26-38 (Anunciación).
Los contenidos doctrinales sobreentendidos en el antiguo paralelismo patrístico Eva-María y en el calificativo de nueva-Eva han confluido y se han remansado en el tema reciente de la corredención (tema expresado por aparecer María al lado de Cristo redentor, profundizado y formulado sistemáticamente por la reflexión teológica; indicado por los últimos pontífices e introducido en los textos litúrgicos); y quedan significados en el título específico de corredentora, atribuido a María. El título de corredentora aparece en el s. xv, derivado del más antiguo título de redentora, pero entendido en el sentido de madre del Redentor en cuanto tal. Comienza ausarse comúnmente entre los teólogos católicos sólo en el s. XIX, y entre la primera y segunda guerra mundial del s. xx, como consecuencia del desarrollo de las cuestiones acerca de la mediación. En este marco se formula y profundiza una doctrina teológica sistemática para esclarecer su naturaleza y significado. Contemporáneamente a esta reciente sistematización teológica también el magisterio de los papas se ha ocupado, de varios modos y con intención de precisar su contenido, de la cuestión específica de la cooperación de María a la redención, no desdeñando utilizar a su vez, también, el título de corredentora. También el Vat II, en el c. Vlll de la Lumen gentium, afrontó y desarrolló la cuestión; pero por razones de carácter pastoral y ecuménico evitó utilizar el título de corredentora y hablar de corredención.
Es obvio, en la teología católica, que el título corredentora y el término corredención son correlativos y toman significado del título de redentor dado a Cristo y del término redención dado a su obra para rescatar al género humano. Por redención, en general, se entiende el acto con el cual una persona o una cosa antes poseída y después perdida, viene de nuevo rescatada, o vuelta a comprar, mediante un precio adecuado. Aplicado el término específicamente a la obra de Cristo para rescatar al género humano la redención significa el precio adecuado pagado por Cristo, Hijo de Dios y cabeza de los hombres, especialmente con su supremo sacrificio de la cruz en favor de los hombres. Con él rescata a los seres humanos, que pecando habían perdido la gracia en la que fueron creados, o sea, la amistad con Dios y la filiación divina adoptiva con derecho a la vida eterna. En esta concepción teológica el elemento formal de la redención está constituido por el pago del precio del rescate, esto es, la pasión y muerte de Cristo, que son de valor infinito, y por tanto capaces de redimir al hombre del pecado. Correlativamente a este concepto cristológico, los teólogos han atribuido a María el titulo de corredentora, para significar la cooperación de María, con sus méritos y satisfacciones, particularmente en el Calvario, al precio de la redención. En general, la teología católica sostiene que la cooperación de María a la redención es una verdadera cooperación formal, sea por haber consentido libremente a la encarnación redentora, engendrando y nutriendo al sacerdote y víctima del sacrificio redentor, sea porque durante su vida unió su fe, obediencia y caridad, y sus dolores, especialmente al pie de la cruz, a los de su divino Hijo, anhelando unirse a él para la redención de los hombres. Esta unanimidad de interpretación se pierde sin embargo, cuando se llega a determinar si la cooperación de María a la redención puede calificarse de inmediata (próxima) o sólo mediata (remota). Estas diversas interpretaciones las clasifica Roschini en tres principales hipótesis teológicas que resumimos aquí
brevemente:
a) La cooperación inmediata. Esta primera hipótesis, que agrupa en torno a ella el mayor consentimiento entre los teólogos, sostiene que la cooperación de María a la redención debe interpretarse como inmediata, en el sentido de que Dios dispuso que la redención a los hombres viniese, además de por los méritos y satisfacción de Jesucristo, también por los de María. Sin embargo, mientras que Cristo es el único redentor, en cuanto que es el principal independiente, autosuficiente y necesario, María es corredentora en cuanto secundaria, dependiente de Cristo, insuficiente por sí misma y sólo hipotéticamente necesaria. Los méritos de María, por tanto, han tenido un verdadero valor corredentivo para la redención de los hombres en sí misma, es decir, para la llamada redención objetiva. Constituyen para ella un elemento esencial, tanto que sin ellos no se tendría la redención tal como Dios la decretó en su designio eterno. En el pensamiento de estos teólogos, este tipo de corredención no perjudica de ninguna manera la unicidad del Redentor proclamada por san Pablo, porque ella seria análoga a la cooperación de cada uno de nosotros a la propia redención subjetiva, es decir, a la gracia divina que nos viene aplicada. Igualmente, el hecho de que María haya sido redimida no prejuzga su misión de corredentora. María no habría cooperado a su redención, sino sólo a la de los otros hombres. Siendo único el sacrificio de Cristo, es doble, sin embargo, la oferta hecha por él: primero (en orden lógico y no cronológico), para la redención preservativa de su madre; y después, con la cooblación de María, para la redención liberadora de todos los hombres. Esta doble intención está implícita en el concepto de redención preservativa de la Virgen y en el de redención liberadora de los otros hombres. El fin por el que el Redentor primeramente redimió a María (esto es, el fin de la inmaculada concepción) sería precisamente, además de la maternidad divina, el de hacerla capaz de cooperar con él, de modo inmediato, a la redención de los hombres.
b) La cooperación mediata. Esta segunda hipótesis teológica, expresada por un pequeño grupo, propone la cooperación de María a la redención como mediata, remota, más bien previa a la redención misma, en cuanto que expresa la libre aceptación de María a ser la madre del Redentor, el cual sobre la cruz en solitario, cumple la redención de los hombres. La unión de los dolores de María a los del Redentor al pie de la cruz expresaría su cooperación a la redención subjetiva más bien que su cooperación a una redención objetiva, porque ella misma ha sido redimida en vista de esta misma redención operada por Cristo. Según este parecer, solamente los méritos de Cristo nos han obtenido la redención; los méritos de María le confieren un derecho a la aplicación de los frutos de la redención, es decir, a dispensar la gracia obtenido por Cristo solo.
c) La cooperación inmediata pasiva. Esta tercera hipótesis, presentada principalmente por la escuela alemana, quiere ser un intento de aproximar las dos precedentes. Propone la cooperación de María a la redención objetiva como inmediata según la primera hipótesis, pero a continuación distingue dos modos de ejercer esta cooperación: la manera activa y la manera pasiva. La de María sería sólo una cooperación pasiva a la acción activa meritoria que es sólo de Cristo. María, como miembro elegido de la humanidad y primer miembro de la iglesia, habría cooperado en el Calvario inmediata, pero pasivamente, al cumplimiento de la redención, en cuanto que habría aceptado o recibido la primera, como comienzo de la iglesia, los frutos de la redención y los habría hecho transmisibles a toda la iglesia. Esta hipótesis subraya en la mariología la novedad que ve el misterio de María unido al de la iglesia y coloca estas dos realidades unidas entre sí dentro del más amplio tema de la historia entera de la salvación. Este intento de enmarcar eclesiológicamente el misterio de María arranca de Scheeben y alcanzó en los años precedentes al Vat II resonancia y desarrollo por obra de otros numerosos teólogos alemanes.
d) La cooperación mariana en la teología protestante. Llegados a este punto es oportuno conocer también algo de la doctrina de los hermanos separados para tener un cuadro completo de la actual reflexión teológica en el mundo cristiano occidental, y un elemento importante con el que leer críticamente la doctrina propuesta por el Vat II sobre tal cuestión. En el campo de los hermanos separados, tanto en el pasado como al presente, Cristo es el único Redentor en absoluto de todo el género humano, bien porque es el único que puede redimir, bien porque ninguna creatura está en grado de prestar ninguna forma de cooperación formal a la redención, sino sólo de recibirla. A este respecto, María no se diferencia de ningún otro miembro de la humanidad y de la iglesia necesitado de salvación. Ella ha expresado sólo una cooperación material a Cristo redentor, en cuanto que ha sido a modo de un canal físico por donde ha pasado el Redentor para llegar hasta nosotros y operar en la naturaleza humana la salvación. Dar a María el titulo de corredentora o hablar de una cooperación suya a la obra de Cristo, para los hermanos separados no sólo significa anular la eficacia de la redención operada por el Señor, sino que comporta también ir en contra de la sagrada Escritura y ofender la fe. Por eso ellos aborrecen el titulo de corredentora en cualquier significado o acepción que quiera darle la teología católica.
El concilio Vat II ha sintetizado en el c. Vlll de la Lumen gentium todo el misterio de la persona y de la misión de María. La perspectiva nueva desde la cual ha sido expuesta la doctrina mariana está constituida por la historia de la salvación, es decir, por el único misterio de Cristo, salvador y redentor de su iglesia, sacramento de salvación. Esta dimensión teológica le permitió al Vat II dar un particular relieve también a la cooperación prestada por María a la obra redentora de Cristo. Además los criterios interpretativos utilizados para profundizar en la incidencia de María en la historia de la salvación -como son el bíblico, pastoral, ecuménico y antropológico- le permitieron al concilio elaborar una doctrina sobre la cooperación de María más crítica, serena y segura, no sólo para los católicos, sino también para todo el mundo cristiano.
a) Algunas notas previas. Ante todo, para el Vat II la cooperación de María a la redención no es un hecho casual o contingente, sino previsto y predestinado desde la eternidad en el plan salvífico de Dios. El c. VlIl de la LG, refiriéndose a la impostación doctrinal del prólogo de la bula Ineffabilis Deus (DS 2800), ya citado también en la Munificentissimus Deus, donde María es presentada estrechamente unida a Cristo y a su misión desde el único e idéntico proyecto eterno de Dios subraya: "La santísima Virgen, predestinada desde toda la eternidad como Madre de Dios juntamente con la encarnación del Verbo, por disposición de la divina Providencia fue en la tierra la madre excelsa dei divino Redentor, compañera singularmente generosa entre todas las criaturas y humilde esclava del Señor" (LG 61). Así pues, por disposición de la divina Providencia, María, en la historia, ha sido la madre del Redentor y su socia del todo excepcional.
La intención general del Vat II es además dar una doctrina cierta, profundizada críticamente, válida para la fe de toda la iglesia, capaz de renovar la verdadera devoción hacia la virgen María. No intenta, pues, proponer un tratado de mariología, ni dirimir cuestiones teológicas todavía debatidas, por lo cual deja plena libertad de opinión acerca de las cuestiones controvertidas entre los teólogos (LG 54). Por esto el c. VIII se limita a exponer la doctrina ilustrada por el magisterio ordinario de los pontífices, que por lo tanto es aceptada universalmente por todo el mundo católico como un dato de la fe común. Aunque no respalda ninguna opinión teológica particular, pero tampoco la rechaza, el Vat II precisa, sin embargo, algunos elementos fundamentales que deben valer como elementos críticos para la futura reflexión teológica.
Otra nota previa está constituida por los principios de metodología teológica enunciados por el c. VIII para que pueda ser entendida en toda la dimensión de su valor la figura de la mujer que ha sido la madre del Redentor en cuanto tal. La incidencia de esta mujer en la historia de la salvación se pone de relieve por la lectura sucesiva y conjunta de los libros del AT y del NT y de los de la venerable tradición tal como son leídos en la iglesia. Esos libros ponen de manifiesto y nos proponen cada vez más explícitamente, además de la venida y la obra de Cristo redentor, también la figura y la obra de su madre y socia (LG 55). Coherente con estos principios, el c. VIII elabora la doctrina sobre la cooperación de María a la redención de Cristo, releyendo toda la sagrada Escritura y la más antigua tradición patrística y conservando las precedentes interpretaciones dadas por el magisterio de la iglesia. Y mientras los teólogos se habían detenido principalmente en el momento de la anunciación y de la muerte de Cristo en la cruz, el c. VlIl lee toda la vida y obra de Cristo y la unión de María con él para ilustrar la cooperación de la Virgen a la redención.
Una última nota nos parece necesario adelantar aquí antes de pasar a los contenidos doctrinales del Vat II sobre nuestra cuestión. Es que en el c. VlIl no se encuentra el titulo de corredentora, como no se encuentra tampoco el de corredención, ampliamente utilizados por los manuales de mariología, indicados, como hemos visto, también por Pío Xl y usados en el lenguaje litúrgico. En lugar de corredentora, el c. VlIl prefiere hablar de generosa colaboradora del Redentor, ya propuesto por la Munificentissimus Deus, y en lugar de corredención prefiere hablar de cooperación a la redención. Esta preferencia no se debe a superficialidad o incertidumbre. Adrede ha preferido el concilio esta terminología, y ello bien porque ha querido permanecer fiel a su intento de no interferir en cuestiones teológicas todavía en discusión, bien para realizar sus criterios bíblicos, pastorales y ecuménicos. El titulo corredentora y el término corredención, en efecto además de no ser bíblicos, podrían engendrar equívocos interpretativos, sea en el pueblo de Dios, no familiarizado con sutilezas teológicas, sea entre los hermanos separados particularmente hostiles a tal terminología. Mejor, pues, expresar la doctrina común con otros términos.
b) Contenidos doctrinales. Las aserciones fundamentales del concilio sobre la cooperación de María a la redención operada por Cristo, y sobre su valor doctrinal, pueden reducirse a tres: 1) María ha cooperado de un modo del todo especial a la obra del Salvador: "... por eso es nuestra madre en el orden de la gracia" (LG 61). 2) "María no fue un instrumento meramente pasivo en las manos de Dios, sino que... cooperó a la salvación del hombre con fe y obediencia libres" (LG 56)76. 3) María "es verdadera madre de los miembros (de Cristo)... por haber cooperado con su amor a que naciesen en la iglesia los fieles que son miembros de aquella cabeza" (LG 53). Esta triple aserción presenta, además del hecho de la cooperación mariana a la obra redentora de Cristo, algunos elementos formales que la constituyen, como la fe, la obediencia, la caridad, e indica ya, en cierto modo, el contenido doctrinal de los dos títulos que el Vat II da a María: madre del Salvador y colaboradora del Redentor. De toda la doctrina del c. VlIl se desprende explícitamente que la relación entre Jesucristo y la virgen María, durante su vida terrena, no puede quedar reducida al solo lazo del parentesco que se da entre una madre y su hijo. María es también una persona humana, dotada de libertad y autonomía; una mujer esclava del Señor, que se eleva entre los humildes y los pobres del Señor, que se pone a su servicio, el primero y más calificado miembro de la iglesia de la nueva alianza, que con ella tiene su comienzo histórico (LG 53.55.56.61. 63.65).
Y de aquí se sigue que también bajo este aspecto especifico está considerada la relación entre Cristo, salvador y redentor, y María, primer miembro eminente de una humanidad nueva y de una iglesia nueva, y por tanto colaboradora suya en la obra de la redención. Sin embargo, también ella ha tenido necesidad como persona histórica, de ser redimida del pecado original, igual que todas las personas que nacen de la generación de Adán. Más aún, es ella la primera persona que ha sido rescatada de una forma del todo singular: la de ser preservada del pecado en vista de los méritos de Cristo (LG 53.59), a fin de que, una vez preservada del pecado, ella pudiese cumplir no sólo su misión de madre de Dios, sino también el papel de colaboradora generosa de Cristo redentor. Durante toda la obra redentora de Cristo, desde la anunciación hasta la ascensión al cielo, ella se consagró total y libremente a él, sirviendo con él y en dependencia de él con la gracia de Dios omnipotente al misterio de la redención (LG 56).
A diferencia de la reflexión teológica preconciliar, que veía la cooperación de la virgen María a la redención preferentemente al pie de la cruz, en el momento de la muerte de Cristo como hecho esencial de la redención humana, el Vat II indica toda la vida y obra del Redentor como duración de la cooperación y de la unión de María a Cristo para la redención de los hombres (LG 56-59.61). No ha dejado, sin embargo de subrayar debidamente el valor de la presencia de María al pie de la cruz, a la luz no tanto de la especulación teológica como de la doctrina ya precedentemente anunciada por Pío XII.
Para el c. VIII de la LG, María está presente en la muerte de Cristo, sufrió profundamente con el Hijo, se asoció con ánimo materno a sus dolores, consintiendo con amor en la inmolación de la victima por ella engendrada, porque así ha sido querido en los designios divinos (LG 58). Con todo, la cooperación de María no añade ni quita nada al valor y a la eficacia de la obra de Cristo, único Redentor. Ella es el primer fruto de la eficacia de la redención operada por Cristo, y se encuentra entre las cooperaciones humanas a la salvación suscitadas por el divino Redentor. Su actitud de amor y de servicio, su libre consentimiento a la obra de Cristo, dan a su misión un valor de eminencia entre todas las otras cooperaciones humanas previstas y queridas por Dios en el plan de la redención (LG 60.62). En este sentido ha de entenderse el titulo de generosa colaboradora del Redentor, y por esto podemos también mantener el titulo de nueva Eva, en cuanto que se sitúa en un espíritu de servicio y de consagración al lado del nuevo Adán para rescatar a los hombres del pecado.
c) Elementos formales. Aunque presenta como don y gracia de Dios la misión de María al lado del Redentor, el c. VlIl de la LG ha subrayado los elementos psicológicos y espirituales con los que ella vivió su misión. Son los elementos que hacen de la cooperación de María una aportación verdaderamente formal a la obra de Cristo y que se resumen todos en la calificación de sierva del Señor: la fe y la obediencia, el amor y el sufrimiento, la consagración y el servicio al plan de Dios. El apelativo "sierva del Señor" conserva, para el concilio, el contenido psicológico y espiritual característico de los "siervos de Yavé" del AT. María, aunque llamada y santificada gratuitamente por Dios, no permaneció como persona puramente pasiva en las manos de Dios. Ella expresó su consentimiento libre y conscientemente a todo el proyecto divino.
Se empeñó responsablemente en un servicio, gozoso y doloroso al mismo tiempo, a la persona y la obra de su Hijo, consagrándose totalmente con él y bajo él al servicio del misterio de la
salvación y de la redención. Éstas pueden considerarse las características psicológicas expresadas en su cooperación exquisitamente humana.Pero más allá de las mismas, la colaboradora y madre del Redentor vivió su misión de servicio con fe y obediencia, amor y sufrimiento, virtudes éstas que constituyen el elemento espiritual de su aportación. De hecho, María caminó y avanzó en la fe y en la obediencia diariamente, de una forma real, como todos los hombres, desde el primer momento de su conciencia humana madura hasta el día de su asunción al cielo. Durante todo el tiempo de su misión en la tierra expresó la caridad hacia Dios y hacia los hombres, que la llevó a concebir al Redentor antes en el corazón que en su cuerpo, y vivió, después de un primer momento de gozo mesiánico, todo el dolor padecido por su Hijo, en sintonía con él, hasta el momento de la cruz. Todas estas características, psicológicas y espirituales, constituyen el elemento verdaderamente formal de la madre y colaboradora del Redentor, e indican todo el alcance, moral y religioso, de su cooperación humana, verdaderamente eminente, a la obra de la redención de los hombres efectuada por el Hijo de Dios e Hijo suyo.
salvación y de la redención. Éstas pueden considerarse las características psicológicas expresadas en su cooperación exquisitamente humana.Pero más allá de las mismas, la colaboradora y madre del Redentor vivió su misión de servicio con fe y obediencia, amor y sufrimiento, virtudes éstas que constituyen el elemento espiritual de su aportación. De hecho, María caminó y avanzó en la fe y en la obediencia diariamente, de una forma real, como todos los hombres, desde el primer momento de su conciencia humana madura hasta el día de su asunción al cielo. Durante todo el tiempo de su misión en la tierra expresó la caridad hacia Dios y hacia los hombres, que la llevó a concebir al Redentor antes en el corazón que en su cuerpo, y vivió, después de un primer momento de gozo mesiánico, todo el dolor padecido por su Hijo, en sintonía con él, hasta el momento de la cruz. Todas estas características, psicológicas y espirituales, constituyen el elemento verdaderamente formal de la madre y colaboradora del Redentor, e indican todo el alcance, moral y religioso, de su cooperación humana, verdaderamente eminente, a la obra de la redención de los hombres efectuada por el Hijo de Dios e Hijo suyo.
Desde los datos bíblicos y desde el primitivo paralelismo Eva-María de los padres hasta el desarrollo doctrinal de la nueva Eva, la reflexión teológica del último medio siglo y la aportación magisterial de los últimos pontífices han permitido a la fe católica profundizar y esclarecer cada vez más la doctrina sobre la cooperación activa y formal de María a la obra redentora realizada por Cristo durante su vida histórica. El Vat II ha llevado a término y fijado lo que de seguro y universal se puede decir y sentir acerca de la misión histórica de la colaboradora generosa del Redentor, del valor de su aportación y de los elementos formales que la caracterizan. El relieve dado al elemento antropológico expresado por María, la interpretación crítica y exegética dada a los textos bíblicos marianos y a los patrísticos y magisteriales, el tacto ecuménico con el que ha sido tratada toda la cuestión mariana, ha hecho que el c. VlIl de la LG enunciase una doctrina clara, segura y profunda sobre la cooperación humana expresada por la colaboradora del Redentor para el rescate de los hombres. Es claro que la finalidad del Vat II no ha sido tanto de carácter dogmático como de carácter pastoral. Esto quiere decir que su doctrina debe ser entendida como un incentivo para que la iglesia mire a María no como un ser particular, lejano de todos los restantes seres humanos, sino como su modelo especifico. Si, de hecho, María ha sido llamada a colaborar con Cristo para la adquisición de la gracia, la iglesia está llamada a perpetuar esta cooperación para la aplicación de los frutos de la redención a todos los hombres. Debe, pues, mirar a María como a su modelo operativo. (·MEO-S. _DICC-DE-MARIOLOGIA. Págs. 1474-1485)
No hay comentarios:
Publicar un comentario